chiflete

tienen que darse las condiciones óptimas para que el chiflete éste aparezca. Debe ser en un día quieto como el de hoy, rutinario, transparente, sin humores, sin urgencias.
Entonces sí, delgadas capas de aire diagonales y filosas atraviesan irrespetuosamente la casa roja mientras yo la cruzo de arriba a abajo y de un costado al otro.
Suele empezar como un diálogo amoroso de chiflidos entre la ventana de arriba, la del cristal claro, y la puerta de abajo, siempre imposible de cerrar por abultamiento del marco y que bombea insistentemente sin parar.

Me agrada ese soplido insolente aunque me lo tenga que despejar como los cabellos de la boca y como si de una mosca se tratase. Airecillo aflautado y grave, de a a ratos, de a veces, me estremece el cuello por debajo del oído izquierdo. Sí, ahí!

Parece que miro hacia atrás, como si un ladrón amenazara mi tranquilidad de nada.
El chiflete travieso se mete desde afuera y por uno de mis hombros. Desde atrás sigue un recorrido ascendente metiéndose por el agujero de mi oído cosquilleándolo. Desde ahi, desde la cavidad auricular, le pierdo el rastro porque nunca aprendí la anatomía humana que me enseñaron en el 3r año. Igual que más da, digamos que se mete por todas partes y lados envolviéndome en arabescos y tragándose lo que encuentra hasta la próxima distracción o burlete de felpa.