miércoles, 28 de noviembre de 2007

Estadísticas

Aunque nunca se me dieron bien los números, tuve que estudiar Estadísticas en la Universidad de forma irremediable.
Cuando abrí el libro por primera vez, me reí de mí misma al ver ecuaciones donde era posible conjugar letras y números y obtener un resultado.
Siempre creí que las cuentas eran distintas formas de agrupar números, elementos abstractos, que al menos pertenecen a la misma especie, esto es, sólo a la especie números.
Sin embargo, parece que si!!!, que alguien con cerebro mas amplio que el mío pudo, y por eso es imprescindible aprender la materia mencionada en Universidades extranjeras, inventar esto de combinar aritméticamente el mundo de los números y de las letras, e increiblemente, obtener resultados.

Pasé estadísticas hasta con un “A”, pero a diario, mi pequeña mente las ha olvidado y ya no puede combinar elementos si no integran la misma especie, hablan el mismo idioma, o pertenecen al mismo género.

Vos y yo= It depends
You and yo = It’s a lot of work!
Vos y me= Sometimes
You and me = n¶▲♫-/1񩑔■╝+Ü○τ«♣?

viernes, 23 de noviembre de 2007

Masaje


english
Al entrar en la sala donde iba a ser masajeada durante dos horas y media, sentí el calor y la tenue luz de la velas. La música zen recorría el ambiente,y unos aceites almendrados y unas pocas toallas blancas me esperaban gustosos.
La ambiguedad de un masaje es que uno no sabe muy bien qué partes y hasta dónde se va a ser masajeado. Alguien nos tocará por un rato para descontracturarnos y volver aún mas relajados a nuestras actividades diarias. Todo sea por una buena y merecida relajación de los ajetreados músculos de Mary Poppins.
“Boca abajo y sin ropa” me indicó “J”, el masajista. Realmente nací para obedecer, aunque reconozco que solo en lo que me conviene. Tal vez esto se deba a la memoria latinoamericana o al íntimo secreto del gusto.
Así pues, me dispuse boca abajo y apoyé mi cara en el orificio a medida destinado al depósito de mi cabeza, cual hueca escafandra de espadachín. La música zen seguía y “J” comenzó su trabajo de abajo hacia arriba y de costado a costado en diagonales. Por cada milímetro del cuerpo de Ms. Mary se desplazaron unas grandes manos aceitosas y eficientes.
Los primeros 20 minutos me reía en silencio, y pensaba si esto se lo hace a mi hija le rompo la cara, pero no podía, Tampoco, debo aclarar, “J” fue del todo inapropiado, ahí radica la ambiguedad del asunto y el uso selectivo de la memoria juridica que me acompaña siempre para ver situaciones según mi momentánea conveniencia.
Después de esos 20 minutos de disquiciciones personales, decidí decir adiós con todo, y me relajé completamente. Siempre fui muy buena destinataria de masajes y los recibo con complaciencia. “J” percibió esta cualidad mía y se esmeró aún más.
A la hora de la intensa relajación a la que me había abandonado felizmente, no esperaba que “J” me susurrara al oído: "ahora date vuelta". Y una vez más, obedecí.
El ambiente estaba casi a oscuras salvo por la tenue luz de las velas. Sé y recuerdo que me cubrió los ojos con una toalla menor, y también sentí que me recorría el cuerpo con una pluma (que luego ví al vestirme que era negra). Los pies me pudieron, aceite de almendras tibio frotaron intensamente mis pies. Luego subió por mis piernas y ahí dedicó otra media hora. Una maravilla! Sé que el hombre disfrutaba con su trabajo. Alguien apasionado con su profesión, difícil de encontrar.
Brazos, manos, trasero, dedos de pies, ideas, codos, sueños, cuello, espalda en diagonal, a cuadritos, a rayas, todo mi cuerpo tibio, entregado, y amasado por las generosas manos del mejor obrero del cuerpo. El no habló y eso lo hizo aún más maravilloso.
Yo tampoco hablé.

Volví, y seguiré volviendo a “J”, artesano del cuerpo, generoso hombre del tiempo, y poeta de las manos y de la piel.

viernes, 16 de noviembre de 2007

San Rafael 21

Al llegar por primera vez a la casa donde luego viviría por dos años, supe que estaba en España.
Abrió la cancela Jesús, el mayordomo de una hermosa casa andaluza de 200 años. Después de hacernos pasar con mal gesto, siguió vistiendo unos manequíes que bordeaban un patio andaluz cercado por pilistras.
-Venimos para ver la casa. Yo soy la muchacha que llamó por teléfono.-
-Pasen- dijo sin prestarnos atención.
Mi primera impresión jamás cambió. La casa, ubicada en la calle San Rafael 21, cual casa de los espíritus, me fascinó de inmediato. Mi marido me observaba con cierta desconfianza y adivinando el final de la historia. Perceptible como soy, le susurré en su idioma: -I love it, we don’t need to buy it, but it looks like an unique house, seremos felices aquí, ya verás- esto último me lo decía a mí.
-Qué está haciendo?- Le pregunté a Jesús mientras esperábamos a la dueña.
-Les peino la peluca a los manequíes y los visto según la estación._
-ahh-
-Como ya empezó el invierno, éste lleva el traje de lana y la peluca rubia. Bueno, la peluca la lleva todo el año, pero hay que peinarla para sacarle el polvo.-
-ahhh-
-La señora me lo ordena, que quiera que haga- dijo Jesús revoleando ojos y haciéndonos saber de la mala convivencia entre patrona y empleado.
Tambien bordeaba el patio una estatua, más grande que mi marido, comprada en la Rue Bonaparte de París y que imitaba la figura de San Agustín con la mano izquierda alzada hacia nosotros. En un rincón, como en un altarcito, otra figura representaba a San Antonio, pero estaba de espaldas. De repente apareció Doña Pepa, bajita y gorda como un corcho, pero de la que emanaba una autoridad que nos intimidó. Sin perder tiempo, se refirió al santo diciéndonos: -Ese San Antonio, es un hijo de puta, guapa, lo tengo castigao desde enero.- siguió -Le pedí que me encontrara unos papeles, y el muy cabrón no me hizo caso, y ahí se queda, castigao!- Cambiando sutono se dirigió a mí -cuando se te pierda algo, cariño, le pides a Ramón Nonnato, que de los cojones te ato y que hasta que no encuentres lo buscado, no te los desato- inmediatamente y cogiendo un trapo hizo una breve demostración de unos nudos esquineros y lo arrojó por el aire. Mi marido comprendió, como cualquier otro hombre, el tema de los cojones sin necesidad de traducción. El trapo que casi le pega, le causó la misma e internacional aprehensión de los hombres hacia su propio mundo genital.
-Con los pulpos que se venden por la calle, tú ni te metas. Me avisas a mí o a Jesús. El los cuelga en la cuerdas de la ropa y le dá con la escoba hasta achucharlo bien, para que el bicho se ponga tiernito. Y luego, blublublublbu a la olla desde la 7 para que hierva mucho rato. Pero tú no! de eso, Jesús!!!- quien seguía revoleando los ojos molesto.
La fascinación impedía traducirle a Mr. Poppins, quién aún sin entender sabía que acabaría rindiéndose ante la inevitable diversión de su mujer. En ese momento supo que en San Rafael #21 viviríamos, o tendría que aguantarme. He, again, comparaba su científica mente neoyorquina con las imágines almodovarianas de las que ya formaba parte, y que terminaría arrendando por los siguientes 2 años.
“Para las cenas que organices, Jesus se encarga”. Doña Pepa seguía explicando. Y, vaya si eso me gustó.
Finalmente, allí nos instalamos.
Yo, que debo confesar nunca he logrado acostumbrarme a las mudanzas, me senté en una sillita una mañana de febrero en la entrada del recibidor, mientras “Mudadoras Ferris International” entraba cajas y más cajas. Los hombres decian: “138” a lo que yo contestaba sonriendo “ para el cuarto del fondo, por favor”, "657", "cocina, gracias", "377", "baño de entrada", "276" "trastero por favor", "389" "huéspedes", etc. Y así, por 10 horas más. Yo, que esas situaciones me paralizan, pensaba que sólo el paso del tiempo sería capaz de acomodar el contenido de esas cajas. Así me quedé sentadita toda la mañana viendo cajas entrar y entrar. Parecía estar jugando al bingo, porque sólo tachaba números en mi tablita de inventario de cajas al cantar los mudadores los números correspondientes.
A los pocos días del bingo de la mudanza, el marido estadounidense empezó a conectar las computadoras y otros equipos de alta tech. La manzana entera de San Rafael, perdía la luz cada vez y en cada intento. Jesús salía por órdenes gritadas por la señora, a buscar a cualquiera que entendiera de enchufes. En caravana entraron a mi casa, Paco el de la fotocopiadoras del callejón del Aire, Manolo, el electricista del Ayuntamiento, y lo mejor de todo, Doña Rosario que vino con un destornillador en la oreja a meterse con los equipos de avanzada de mi cónyuge. Doña Rosario le hablaba gritándo y muy divertida en español al americano, quien le contestaba sonriendo and very politely of course, “no problemas!!!" and to me "pleeeeease, can you stop them and explain to them do not touch my equipment, please???”
Yo reía internamente sin parar por el contraste de aquella situación y pensaba: acá me quedo!!!.
Sí, acá me quedo yo, en la cuesta de San Rafael 21, en esquina con la Peña Flamenca El Agujeta, y a dos calles de los Pollos del Señor Pablo.

Así, en esa casa de 200 años, conocí todo lo que hasta hoy conozco de España.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Yendo


Nací y moriré sola.

En el medio temporal viajo por lo que por ahora llamo vida.
Tanteo el sentido de mi recorrido, y de este modo, me embarco en un viaje en el que soy inevitablemente agitada por lo que me encuentra.
El trayecto tiene ciertos desafíos que necesitan de pasión para abrazar la vida con todas sus contradicciones.
Por el momento, soy responsable de mi “hacer” y no hay valores externos si no quiero elegirlos.
Por el momento, mis acciones determinan mi “ser”, mientras, desnuda diseño el mapa personal de este viaje.
Por el momento, otros caminan a mi lado, se cruzan, me interpelan, me aman, me dejan, y me ven pasar.

Por el momento, puedo poner un espejo a la imperfeccion de mi “ser”
y… seguir caminando.

lunes, 5 de noviembre de 2007

XXII

Me pesan los ojos
por gravedad y por vacío.

Abiertos,
hasta el más cómodo gesto
sin emoción,
sin arrugas.
Hay un mar que los aclara
en un trayecto insípido y aburrido.

Y es en este compás que marcan
las gotas inexpresivas,
en el que te estás yendo,
como las lágrimas.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Pollos Pablo


Hace unos dias que el tema de la salsa me persigue, salsa pomarola, salsa blanca, y hasta el ritmo de la salsa.

En la calle Calvario, o puede ser Veracruz, había un pequeño comercio cuyo propietario era el señor Pablo, raro nombre andaluz. “Pollos Pablo” era la razón social.
El comercio desapareció, si mal no recuerdo en Mayo del 2000, después de la salida de la Virgen de La Caridad y de las antiguas pesetas.
Aquel verano, no cociné, lo acusé a que nunca aprendí del todo, a que cada uno tiene un gusto distinto, y a que mi cocina no se convertiría en un restaurante donde una camarera pregunta ante las altas temperaturas, vos que querés comer?, and you?
El, tengo que decir, fue siempre fácil de satisfacer, con esa memoria feminista ancestral estadounidense que arrastra, y que a mí tanto conviene.
He pasaba por las noches a traer uno de los pollos rotisereados del Señor Pablo, buenos, bonitos y baratos en pesetas.
Yo abría el plástico, que recubría el tradicional bowl de aluminio que decía: “Pollos Pablo, el secreto está en la salsa”.
Yo sola, trataba de degustar los elementos que componían la salsa de Pablo, sin éxito. He, he didn’t care. Pero cada noche yo, volvía caprichosa a descifrar nomenclaturas de sabores a los que rendida (como en uno de esos juegos donde se tiene la respuesta en la punta de la lengua, not enough and never better said!!) le preguntaba: “What do you think is in the sauce???”
Hacia finales de agosto, el pollo del día lo fui a buscar yo.
El cartel de la entrada leía del mismo modo: “Pollos Pablo, el secreto está en la salsa”. Ahora la inquietud y la impaciencia del misterio y de la cola andaluza me atormentaban.
Ya dentro de esa cámara de olores, vapores, y aves bellamente retorcidas, le pregunté al señor mayor que me atendía: -¿Usted es el señor Pablo?- el hombre en delantal respondió: -Sí, dígame.-
-Mire, es que tengo una curiosidad, la salsa de los pollos… ¿qué tiene?- a lo que él respondió acercándose a mí: -si le dijera el secreto….-. Yo insistí: -Pues mire Usted, (usando el convencionalismo local del pues adelante), hágalo tranquilamente, nunca le haría competencia, le aseguro, créame me lo puede revelar sin problemas, a mí la cocina me interesa nada, y lo de la salsa es solo cuestión de curiosidad.- ...y desesperación, pensé.
-Discúlpeme, pero no puedo.-

A los meses salió la Virgen de la Caridad desde la esquina del pasaje Veracruz, y al rato don Pablo con sus sabrosos pollos de la mano y en santa procesión.
Un poco más tarde aprendí a cocinar todo menos aquella salsa.

Magnifying Glass II


(español)
It was at 4:10am when the magnifying glass briefly spoke to me again. "Keep looking,” it sighed. "I’ll help. That’s why I’m a magnifying glass.”

Two hours later, thrown diagonally across the queen-sized bed, I opened my eyes. It is in this state between sleep and intermittent reality that hidden truths usually manifest themselves.
Sure enough, at 6am the Greek monument has taken on another meaning: the deep, dark pull of desire draws me in to the enticing, forbidden place in which, magnifying glass in hand, I try to plumb the secrets of the Parthenon.

…you can see me going on and on circling and circling tensely about the temple’s entrails: which are deep, and dark, and always endlessly exciting.