miércoles, 26 de marzo de 2008

Era Tóstenes???


Hoy intenté lo imposible una vez más, que un sillón de tres cuerpos con cama queen incorporada más grande y pesado que un toro de lidia, se llevara puesto la mitad de la escalera de mi casa, el consumo de una docena de cervezas Alhambra entre los trabajadores, la hernia de uno de ellos, la de Manolo, para darnos cuenta que finalmente sería imposible entrarlo por la puerta de la habitación seleccionada que le esperaba burlonamente.
Yo hasta me atreví a jugar con las matemáticas, y con la ingeniería para acabar llamando finalmente a mi amiga Pat en busca de nuevas respuestas y dosis de entusiasmo. Esta vez nada. Me contestó un simple: “Take it back”!

Los transportistas me miraban con temor a darme la mala noticia de la imposibilidad. Era como el chiste de cuántos elefantes entre en un fitito….? NINGUNO. Igual!

Mis ocurrencias eran propias de mí: si llamo al carpintero de Isaac Peral y le rebana los brazos y después se los pega, si le hago un tajo y le quito todo el relleno y después lo coso (eso me hizo reir aunque quería llorar), si vendo la casa ahora y compro otra donde entre el puto sofá. Miraba el ángulo, las malditas paredes que al ser de cemento tampoco cooperaban, y la odiosa mole color caramelo que parecía decirme: “llevame a casa, mamita!”

Pensándolo más tarde, me dí cuenta que todas las ideas salían de mí y que usaba la primera persona del plural al desplegarlas a mi equipo en cada uno de los ejemplos. “Manolo (el que se quedó sin hernia) y si intentamos..., yo estoy segura que podemos..., tiremos para este lado..., lo bajamos un poquito..., empujemos..."

No sé cómo decir esto de otra manera que no sea la literal y porque lo considero imperdible para el relato. Como yo guiaba el tránsito de mi nuevo elefante y de sus toreros, al subir quedé atascada como en mis "Callejones" de Arcos, de un lado del elefante y los muchachos Ferris del otro. No podía salir de ninguna manera salvo si intentaba arrojarme suicidamente por uno de los balcones de la propiedad. Uno me dice: “Móntate, móntate que io te cojo de este lado”. A pesar de los años que llevo viviendo en la Madre Patria la palabra me produce aún la misma impresión, aunque a quien lea, seguro más.

Vuelta el bendito sofá para abajo a quedarse con el resto del estuco que le quedaba a la escalera.

Tres osos y un elefante iban de arriba para abajo diciéndome finalmente como un oncólogo que trae malas noticias: “Qué quieres hacer?” El error lo cometieron ellos al facilitarme el verbo del capricho.

El sillón quedó virginalmente depositado en la habitación a la que estaba destinado desde su fabricación.
Entró, aunque ya no importa contarles cómo.

Sé que un día se leerá un cartel que rece: “Se vende casa con garage, trastero, y sillón”.

Hoy, estirada en el nuevo sofá cama, desafío a todas las leyes de la Ciencia, especialmente a esa que nunca me gustó que dice que la tierra es redonda.
No, no es redonda Eratóstenes, te equivocaste! hace mucho tiempo ya.

jueves, 13 de marzo de 2008

Polaroid


Desde hace unos dias recuerdo a mi abuelo Feliciano.
Era poeta, dicen, le gustaba el pan fresco, y tocaba el bandoneon, un Doble A por San Juan y Boedo y a pedido de algunas muchachas. La abuela por este motivo, solia espantarle la audiencia femenina a escobazos y anios mas tarde le vendio el Doble A. No puedo perdonarle esto aunque ya ni ella esté.
Me defendia ante todos y era capaz de mentir por mis travesuras. Me protegia.
Que pena no esté para cuidarme!
Esto y otras cuantas verdades familiares, de las que aun me pellizco, me contaron las tias el pasado invierno.

El es estos dias, la unica foto de mi infancia, el silencio de la tarde en la playa, y la sensacion de lo que ya se alejo de mi.
Tenia ojos celestes y no recuerdo mucho mas que un momento en el que, bajo el sol de algun mediodia, y detras de una ventana me secaba mi pelo largo e infantil con manos de seda y delicadeza infinita.

martes, 4 de marzo de 2008

Ajedrez


english

Nos habíamos conocido hacía diez días no más, y con el cuento de “muéstrame tua citta”, me ofrecí a un minitur after work que sabía como acabaría, y en un auto que se quedó por la Lugones una noche de varias tempestades.
Aquella primera noche ya coincidíamos sin parar, era el gusto de conocer y de empezar a gustar. Las ideas bailaban entendiéndose a mitades, por la distancia del lenguaje y por la delicada aproximación del italiano.
Lentamente empezamos a cruzar algo más que avenidas de la  "citta mia”.

Días mas tarde, una cena formal por la exquisita Recoleta porteña nos volvió a encontrar.  Recuerdo perfectamente como el italiano ocupaba la cabecera de la una larga mesa inglesa y, aunque no era el dueño de casa, imponía autoridad y desplegaba una natural elegancia aristocrática entre otros tantos jóvenes profesionales.
Yo estaba ahí entre el montón, sin gracia alguna ni nada inteligente que aportar.
Ninguno de los comensales sabía lo bien que el turista italiano estaba conociendo la citta, y a mí. Me dio gracia y cierto orgullo escuchar que otra joven argentina le había echado ojo y lo atosigaba con preguntas del "Para Ti".
El habló bastante poco, fue cordial, y seguro de sí.
Yo en cambio, en grupos tan formales puedo replegarme y adoptar el rol de suplente, mientras que en esta ocasión además de todo eso, ya estaba decidiendo cuál de las copas Baccarat iba a terminar rompiendo.
Yo no hablaba inglés y el italiano me lo imaginaba.
El resto de los invitados parecía muy conocedor de todo, muy cosmopolitas, muy viajados, muy puestos, muy muy.

El gobelino que por detrás colgaba acentuaba la exquisita decoración y me imprimía al instante un boleto para mi viaje mental.
Allí en el rincón de la izquierda estaba el maravilloso tablero de ajedrez, rodeado de otras tantas antiguedades. Alrededor mío sonaban distintas lenguas europeas y pretenciosos comentarios de los que captaba solo un tercio.
El brillo y la difícil selección entre tanta cubertería me intimidaron y el anticipo de encajar y reincidir humanamente me hacían mas torpe todavía. Disfracé la torpeza con inmovilidad comatosa.

El águila de la cabecera me miraba, y envió un comentario bastante previsible cuando la contertulia que quería atraparlo le preguntaba "qué conocés de Buenos Aires?" "Te piacce?" a lo que respondió con un gentil mensaje encubierto hacia mí.

El controlaba. Yo, yo prometía torpezas que apuntaban hacia el cristal francés de forma irremediable.
La atracción y la espera de quién moverá la primer pieza en el juego de ajedrez.
Mis ochos peones estaban inmóviles. El me miraba y me envió dos o tres gestos mortales imperceptibles para la gran mayoría.
Yo tímida y peligrosamente torpe. El elegantemente seguro de sí. Un fastidio!
Muchos comensales desplegaban una gran performance mientras que yo seguía de paseo mental con mi tablero y sus hermosas piezas de seducción, sin prestar atención a aquella conversación circundante, que sabía a él tampoco entretenía.
Quise desaparecer y no. Sabía del desperdicio del encuentro.

Le avisé al oído al verdadero anfitrión de la exquisita velada, simpático como pocos, durante el café ya en la otra sala, que tenía que irme. Con la educación que le caracteriza me comprendió, le supliqué no se levantara y que sólo me indicara donde encontrar mi cartera.

...

Elegantemente, me tomó por detrás en esa habitación y me besó la espalda. Mi peón, 5.e3 Ab4 6.Dc2 se movió retirándose y dejándose besar. El avanzó cuatro de sus peones en forma simultánea 1.Cf3 Cf6 2.d4 e6 3.c4 b6 y yo deslicé timidamente hacia la derecha uno más 9.bxc3 0–0 10.Aa3 Te8. Su caballo adelantó por arriba 13...Dxd7 dos de sus peones pateándolos del tablero y avanzó hacia el mío directamente. Yo le enfilé el alfil en diagonal 6...Ab7, y él lo agarró con la otra mano que le quedaba libre mientras me recorría. Mi piezas iban cayendo lentamente en señal de derrota. Sus torres avanzaron comiéndose lo que quedaba en el camino Tad1 Tc8 13.cxd5, y las mías las derribé yo con su rey Tgt5 H8u.
Su caballo avanzó a galope afilando el alfil entre mi dos últimos peones.