sábado, 27 de octubre de 2007

La Lupa



La historia la de lupa es una de las que mejor conozco.
El hombre que la portaba en su maleta de cartón cuadrado, vestía trajes ajustados y zapatos amarillos en punta. Era además de observador, inteligente, y podía viajar a cualquier destino sin pasaporte o permiso de entrada.
Caminaba rápido, y eso dependía del calzado. Era un poco delfín en este aspecto, mamífero que al comer un pez veloz nada más rápido que si lo digerido es, por ejemplo, una tortuga. Si los zapatos eran livianos, el hombre al que me refiero, iba más rápido. Si la punta era cuadrada el viento disminuía el paso considerablemente.

Llegaba a Atenas esta vez. Inmediatamente subió a la Acrópolis por la agraciada punta amarilla de sus zapatos, y abrió la maleta. Con la lupa todo lo veía y como Tomás tenía que ver para creer.

El hombrecillo aumentaba sólo partes del maravilloso Partenón perdiéndose por el aumento el sinuoso escorzo que recorre su fachada. Al caminar de frente, la famosas columnas griegas provocan un vacío que invitan a entrar al misterioso templo, cual deseo ancestral hacia el oscuro agujero de la vida. Apartó la lupa y atraído empezó a entrar. Al acercarse, los rebeldes zapatos giraron por sí mismos, restándole importancia a la voluntad humana del hombre, que malamente intentaba controlarlos. Rendido, siguió a sus propios zapatos a través de una línea oblicua a los cuatro frentes del monumento. Tal sendero provocaba en el hombre, la ilusión óptica mas antigua de la historia. Las columnas, ahora miradas de reojo, eran un muro impenetrable, todo rechazo hacia el mismo núcleo de la vida y del poder. Incitación y rechazo, deseo de entrar y prohibición, se manifestaban en su lupa según la dirección de sus zapatos cada vez más veloces. Intentó volver a pararse de frente al monumento y no pudo. Largó la lupa y probó quitarse los zapatos. Tampoco pudo.

A tí, hombre común, no se te estará nunca permitido entrar.

Aún hoy sigue caminado en diagonales por los cuatros frentes del Partenón, que, sin coquetearle, parecen prometerle alguna entrada.

Así y todo, por esos pagos se habló, por vez primera de filosofía.

4 comentarios:

Cosima dijo...

Qué destino el del hombre, el de usar la lupa con prudencia. Muchas veces perdemos la perspectiva por abusar de su uso y concentrarnos de más en los detalles. Otras veces (para mí las menos) es buena. Como dicen: demasiada cercanía a veces es perniciosa.

Lo de los zapatos me recordaron a los zapatos rojos del cuento.

Lindo post.

Alguien dijo...

Hola; mirando en su bolso


También me hicieron acordar a los zapatitos rojos, y por otro lado, pueden ser una metáfora de lo emocional en el contexto de la búsqueda filosófica y esa intuición que confunde, el impulso sentimental y espontáneo que choca con la efectividad de la lupa .....que es harto mas objetiva .
No tan sentida como nuestro calzado (a veces caminar).

pd; la lupa tambien es pérfida

saludos

Mari Pops dijo...

Cosima y Roquetin
Como todavia estoy muy pava en esto de armar las entradas, les he contestado en los comentarios de arriba, cuando empieza el cuento de la lupa, remitirse ahi, y gracias de nuevo por tomar el tiempo de leerlo.

Anónimo dijo...

Muy bien, veo que ahora hay acentos!