
Lo cierto es que mi viejo me contagió dos amores: Paris y Piazzolla. Astor sonaba siempre en mi casa. Mi papá llegaba de trabajar como a las 8 se servía un whisky en el living, cerraba las puertas y ponía el tocadiscos. Mi casa se llenaba a la vez de música y de silencio.
Así, su admiración se convirtió en la propia y encierra tal sensibilidad que nos impide escucharlo juntos por la verguenza de la emoción.
"Esta música, nena, no es para gente feliz". Me tardó algún tiempo entender esto.
El segundo amor fue Paris. Papá conoció la literatura francesa de chico, admiró exageradamente sus poetas y consumió gran parte de la Nouvelle Vague de los 50s.
Así, antes de pisar Paris ya la conocía bien. Hoy, despues de muchos viajes que pudo hacer confiesa que podría manejar un taxi por allí.
Cuando tenia yo 16 junté muchos meses para regalarle "Paris, vue du ciel" un libro que pesaba cinco kilos de felicidad gráfica.

El Sevilla-Paris me deja esta vez en Orly a las 21. Me calzo "Oblivión" en los oidos para dar el primer paso en tierra parisina. Suena. Inevitablemente lagrimeo mientras camino por aquel aeroport en contramano de todo el mundo sintiéndome duenia del mundo.
En la 60, rue Servan cod. 1789 me abre la puerta una amiga fotógrafa y pintora, queridísima por mí. Era tarde cuando terminamos ese vino francés acurrucadas en un sillon de tela blanca después de contarnos un anio dificil para las dos. A ella la visitó una enfermedad que se fue como vino, a patadas de quimio y golf. Me dolía escucharla, saber que pasó por tanto.
Mi turno, ya ablandadísimo por la música y el cabernet, terminó en un abrazo que hacía tiempo necesitaba.
No volvimos hablar de nuestro anio.

Saint Merry, Saint Severin et Saint Julien le Pauvre son mis iglesias preferidas
La primera está a las espaldas de la Place Igor Stravinsky y es muy fácil que se te escape y le pases de largo. Por suerte el Hotel de Ville no se ha decidido a rejuvenecer su interior de piedra casi negra (primer foto) y que encierra unas velas delgadísimas donde las virgenes escuchan deseosos secretos, muy probablemente ligados al amor y a la salud.
Saint Severin, en el latino, tiene un interior fabuloso. Su columna central, retorcida y enojada se brinda en un giro centrífugo de nervaduras y entusiasmo sublime.

Place Dauphine (foto 8, 9 y 11) y la pequena y escondida Fustemberg son reductos necesarios. Aqui pocas veces se ve a alguien, mas aun estando a las puertas del Pont Neuf. Nunca se escucha nada, es como una burbuja en el medio de tanta pisada parisina.
Les glaces de Maison Berthillon me recordaron a la noche fría en que conocí a mi marido. Tomé uno de melón esta vez antes de llegar por el Archeveche a rue du Bievre donde vivió Mitterrand y donde papa decidió que era ésa su calle preferida. Al lado asoma la vidirera que más me gusta de toda la ciudad, la de Jean Pavie, luthier.
Mi hermosa "Culture" de la Rue Pavee cambió de duenios. Sigue igual pero tengo el problema que no me gusta el nombre ni el cartel de la entrada, se llama
Mona Lisait. Oh well, total que compré algunos libros : uno de Truffaut, otro de De Kooning, otro del arquitecto japonés
Tadao Ando

La sorpresa de este viaje se la lleva el nuevo edificio museo etnografico del
Quai Branly de Jean Nouvel (ultimamente creo que Nouvel me persigue , lo veo por todas partes) donde vi la colección permanente Oceania, Africa y America y la muestra
"Baba Bling" sobre el estilo de vida de la
burguesia del Singapur del siglo 19 y cómo amalgamaron las distintas influencias creando la propia.

Desde la cocina de rue Servan se ve el depto contrafrente con sus paredes color magenta (foto 3). Curiosa, estiro el cuello al frío cada manana para descubrir qué personaje vive entre tanto color, olvidándome que mi propio salón de abajo es rojo pasión. Nunca vi a nadie detras de aquella plante exotíque.
La rue Servan tambien me recibe con un gran poster de Neruda y su tonto de capirote. Miro los libros de la duena, parece que la conozco de siempre.

Pero si tengo que elegir un lugar entre todos me quedo parada por
el pont des arts donde miles de enamorados expresan su amor de candados al Sena y en donde Oliveira aún espera fumando a su Maga.

Salgo de Paris entrada bien la noche en contra de la gente y duena de mi propio Oblivión.